Fortines de la Guerra Civil

Este fortín circular construido durante la Guerra Civil española, es una de las obras más completas de estas características en toda la Comunidad de Madrid. Se localiza fuera del casco urbano, en la M-610, antes del desvío hacia Fresnedillas de la Oliva. Fue construido entre Noviembre de 1938 y Enero de 1939 como refuerzo del flanco izquierdo del sector Nacional, para evitar un posible ataque republicano como el ocurrido en Julio de 1937 en la Batalla de Brunete.

Responde al tipo de bunker denominado “Blockhaus” y cuenta con un cuerpo central cilíndrico, atronerado, con cuatro garitas en extremos opuestos, rematado con cubiertas abovedadas. Además cuenta con un acumulador de agua en su parte central, para permitir largos periodos de aislamiento de las tropas que lo sirven. Este último diseño fue tomado como definitivo y utilizado en la construcción de otros bunkers en puntos clave para las comunicaciones con el frente. El proyecto original contemplaba la construcción de otro bunker gemelo al otro lado de la carretera comunicado con este mediante un subterráneo que aún se conserva, pero el final de la guerra hizo innecesaria su construcción.

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Iglesia de San Vicente

El único vestigio que se conserva de la antigua Iglesia de San Vicente, erigida a finales del Siglo XII es la espadaña o torre de las campanas, actualmente integrada dentro de los muros del cementerio. Esta iglesia fue muy importante en los primeros siglos de existencia del pueblo ya que su jurisdicción llegaba hasta El Escorial. Al desplazarse el pueblo al lugar que hoy ocupa, la Iglesia de San Vicente quedaba lejos y era ya muy vieja, hacía aguas y había que tenerla apuntalada, teniendo dificultades la población en asistir a misa y a los actos del culto. Hasta el día de la inauguración de la nueva iglesia, el 8 de Diciembre de 1615, los colmenareños fueron fieles a sus citas con el antiguo templo.

Actualmente, la festividad de San Vicente se vive en Colmenar del Arroyo asociada a la redención que el Santo y el humo de los tomillos ejercieron sobre una peste que afectó gravemente a esta población. Aunque no se ha constatado cronológicamente el hipotético año en que esta epidemia tuvo lugar, la creencia es que, durante los peores momentos de la epidemia, los vecinos quemaban tomillos y retamas al atardecer para aliviar el hedor que se había adueñado de las calles. El 22 de enero se celebra una Misa y procesión donde los colmenareños llevan a hombros a San Vicente hasta el punto más alto de la localidad, llamado Cerrillo de San Gregorio. El párroco hace una solemne bendición al pueblo desde ese punto en el que estuvo antiguamente emplazado el municipio. Los fastos comienzan la víspera con la quema de tomillos a las puertas de los hogares que previamente habrán sido recogidos en las dehesas del municipio durante la tarde. Durante horas el pueblo se cubre por una agradable neblina con el aroma que desprenden los tomillos al quemarse. Los colmenareños aprovechan así las ascuas que deja la quema de los tomillos para reunirse a su alrededor y acompañarse de familiares y amigos.

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Los Puentes de Colmenar

El puente más antiguo es el denominado “Puente de la Fragua” construido posiblemente a finales del Siglo XV en un tosco estilo gótico con evidentes reminiscencias románicas. Posee un solo ojo con un arco de medio punto con rosca de sillares regulares, tímpanos de mampostería, pretil de sillería y coronado a modo de albardilla por piezas semicirculares. En sus extremos presenta cuatro piezas cilíndricas de piedra que posiblemente cerraban el paso del puente con algún tipo de verja o cancela para cobrar el derecho de pontazgo que afectaba a las mercancías y bienes que cruzaban el arroyo a través de este puente. Sirvió de comunicación entre los huertos y las nuevas viviendas de la zona del Barrio de Abajo con el primitivo núcleo de población establecido en torno a la Iglesia de San Vicente. Por este puente transitaba así mismo un ramal de la Cañada Real Leonesa Oriental, importante vía pecuaria medieval que comunicaba la comarca leonesa de Riaño con el sur de la actual provincia de Badajoz.

En los aledaños se encuentra el “Puente del Caño”, construido en su forma actual a mediados del Siglo XVII, pero dadas las características de sus sillares y las bases de sus arcos es posiblemente incluso anterior al “Puente de la Fragua” y fue reconstruido aprovechando los materiales tras una riada o un derrumbe. Cuenta con dos ojos con arcos de medio punto, uno de ellos ligeramente soterrado por el aluvión de sedimentos, dos aliviaderos en los extremos, que son los que proporcionan la inclinación al tablero del puente, construidos con grandes dinteles tallados en una sola pieza. Cuenta con tres robustos tajamares, para dividir la corriente del arroyo y de ese modo aliviar la presión ejercida sobre el puente. El tablero aparece pavimentado con grandes losas irregulares y el pretil está construido con grandes sillares curvos, rematados en sus extremos por unas desgastadas piezas cilíndricas, que servirían también de cierre para colocar una verja y cobrar el ya comentado derecho de pontazgo.

Sin ningún interés histórico, también encontramos el llamado “Puente de Palo”, en la entrada al municipio desde Chapinería, construido con piedras de las ruinas de la antigua Ermita de San Roque, ubicada en los aledaños de la Finca de Las Viñuelas y de la Ermita de San Sebastián junto al camino de El Escorial y de las que no quedan más restos que las piedras que forman este puente.

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Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora

Edificada en un estilo renacentista tardío, fue construida entre 1589 y 1615, posiblemente por un discípulo de Juan de Herrera, maestro constructor del cercano Monasterio de El Escorial.

El progresivo desplazamiento del pueblo desde su ubicación original hasta el lugar que actualmente ocupa, hizo que la primitiva Iglesia de San Vicente quedara alejada del centro de actividad, lo cual unido a su estado ruinoso, hizo que los vecinos del pueblo reunidos en Concejo en 1535 acordasen solicitar al Cardenal Juan de Tavera, Arzobispo de Toledo y Primado de España, licencia para construir la actual iglesia en las cercanías de la plaza que constituía el nuevo centro de la localidad. El Cardenal sancionó la autorización para la construcción de la iglesia el 1 de Marzo de 1539, si bien por falta de fondos las obras no pudieron comenzar hasta prácticamente 50 años después.

Las obras fueron contratadas por los entonces alcaldes Juan de Salinas y Antón Bernaldo, posiblemente sobre diseños o apuntes de Juan de Herrera y ejecutadas por Juan de Bocirraiz y Bartolomé de Elorriaga, contratistas adscritos a las recién finalizadas obras de San Lorenzo de El Escorial, y finalizadas tras múltiples interrupciones a finales de 1615 por Andrés de Bocirraiz, hijo del anterior. La torre, netamente herreriana fue terminada por Gonzalo Hernández, que ya había participado también en las obras del Monasterio de El Escorial.

El coste total estimado de las obras de construcción de la iglesia ascendió hasta los 70.000 reales de oro. La inauguración se produjo el día 8 de Diciembre de 1615, con el trasladado el Santísimo Sacramento desde la primitiva Iglesia de San Vicente y la celebración de una solemne Misa oficiada por el párroco local D. Bartolomé Molinillo asistido por los párrocos de Chapinería y de Robledo de Chavela.

Del interior de la iglesia destacaremos una escultura de madera de San Vicente del Siglo XIII, perteneciente a la antigua iglesia del mismo nombre, el rico artesonado del Siglo XVII así como el retablo barroco de la Dolorosa.

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Los Molinos de Caz

No poseemos datos acerca de la antigüedad de estos molinos, si bien su construcción y materiales responden a un diseño típico medieval, copiando los modelos construidos por los pobladores árabes en la mayoría de cauces de agua de la Península. Dada la existencia de grandes sillares toscamente tallados, especialmente en el Molino de Las Viñas, a todas luces el más antiguo de ellos, posiblemente su construcción se remonte a los siglos IX o X, cuando la zona alrededor del vado del Río Perales en Navalagamella, tenía una alta importancia militar para el Emirato de Cordoba, con una más que segura base logistica y militar ubicada en las cercanías.

Según el Catastro elaborado en 1752 por el Marqués de la Ensenada, existían dos molinos en el Concejo trabajando los meses en que el arroyo llevaba más caudal de agua. El Cardenal Lorenzana en sus Relaciones o Descripciones de 1784 menciona tan solo un molino operativo y posteriormente Madoz en su “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar” de 1845 vuelve a citar la existencia de dos molinos.  

El funcionamiento de estos molinos era muy sencillo. Para aprovechar la fuerza del agua, se levantaban a la vera del arroyo, interceptando el paso del agua con una presa también llamada azud, desde la que se llevaba hasta el molino mediante un canal o caz, construido con la pendiente adecuada y paralelo al arroyo aunque a un nivel superior al de su cauce. El agua llegaba hasta el molino a través del caz y caía por un cubo de presión construido de sólida sillería. En la parte inferior del molino una rueda hidráulica de madera llamada rodezno, recibía el impulso del agua al chocar con sus palas, que traducía la presión o empuje en movimiento rotatorio sobre un eje o viga que lo transmitía directamente a un aparejo donde se colocaban un juego de piedras de moler, la inferior “solera”, que estaba fija, y la superior móvil “volandera”, que se regulaban a través de palancas.  

En Colmenar del Arroyo se conservan tres magníficos exponentes de molinos de caz. El más completo está situado en el cauce del arroyo, una vez pasada la Urbanización Olivar de la Morena. Conserva el caz por el que circulaba la corriente, construido por encima del cauce del arroyo con grandes sillares irregulares y mampostería y aún se pueden observar señales de los lugares en los que se situaban las compuertas que regulaban el flujo de agua. El cubo está formado por grandes sillares perfectamente ensamblados en forma de tronco piramidal, conservándose tanto la piedra de moler “solera”, fijada al suelo como restos de edificaciones contiguas.  

El otro molino se encuentra a unos 500 metros aguas abajo, en el denominado Camino del Molino de Cubo, y solamente se conserva el pozo o cubo construido con grandes sillares recubiertos en su parte externa con mampostería y que forman el cubo de presión por el caía el agua para impulsar la rueda que a su vez movía las piedras de moler. En la parte inferior o bocín, por donde salía el agua, se pueden observar incrustados restos de una antigua piedra de molino.

Aproximadamente a 500 metros aguas abajo, se encuentra el Molino de las Viñas, a todas luces el más antiguo de los tres, construido en la ladera de una colina que domina una amplia curva del Arroyo y construido con grandes sillares toscamente tallados. Para salvar el declive en el que está construido el Molino, el caz discurre a lo largo de un fuerte muro, firmemente edificado a lo largo de la colina. Cuenta incluso con un tosco arco de medio punto para facilitar el paso de un lado a otro del muro 

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Las Minas de Plomo

Colmenar del Arroyo es una de las poblaciones de la Comunidad de Madrid con una mayor tradición minera. La primera noticia nos retrotrae al 30 de Enero de 1564 y viene referida al descubrimiento de “una mina de alcohol, plomo y otros metales en el paraje de Navalmoral de Colmenar del Arroyo” como recoge Tomas Gonzalez en el “Registro General de Minas de la Corona de Castilla”. El mineral más abundante fue la galena, obteniéndose de ella el sulfuro de plomo, también denominado “alcohol de alfareros”, al ser muy utilizado en la alfarería de la época.

Fueron cinco las minas de cierta importancia explotadas en el siglo XX en el término de Colmenar del Arroyo: "La Chaparra", "La Carrala", "Eusebio" (o "San Eusebio"), "Las Minas de Nuestro Padre Jesús” (o de “Palomeque”) y “La Asturiana”. La explotación mejor conservada es la "Ampliación a San Eusebio", a pocos cientos de metros del kilómetro 2,5 de la carretera de Colmenar del Arroyo a Robledo de Chavela. La mina "Asturiana" situada próxima a la estación de seguimiento espacial posee interés sólo desde el punto de vista mineralógico. “La Chaparra” y “La Carrala” son actualmente inaccesibles y se encuentran en estado de ruina.

Entre los años 1915 y 1919 la Real Compañía Asturiana realizó intensas labores de valoración de las posibilidades de la zona, desaguando las antiguas minas "Eusebio" y "Elena". Se estudiaron los filones paralelos y se llegó al descubrimiento de ricos filones de galena y blenda en las "Minas de Nuestro Padre Jesús". De esta forma, se creó en 1918 la sociedad Minera Castellana para explotar esta mina. Los trabajos continuaron de forma intermitente sin apenas producción en la década de los años 20, parándose durante los años 30 y 40. A principios de la década de los 50 la compañía minera "Los Guindos", retoma las concesiones, produciendo plomo hasta el año 1960. Entre 1960 y 1971, la compañía Minera Metalúrgica Asturiana adquiere los permisos para explotar la fluorita (que, junto con la baritina, formaba la "ganga" de la mineralización metálica), para lo cual se construyó un lavadero y planta de concentración en la mina "Eusebio". Tras la parada definitiva de la actividad minera en 1971, una parte de los mineros de la zona se reciclan pasando a las nuevas canteras para áridos de la cercana población de Navalagamella.

 

Mina de Nuestro Padre Jesús

Las "Minas de Nuestro Padre Jesús" se encuentran en el collado del Pico del Pajar Viejo junto a la cañada occidental de Colmenar del Arroyo y revisten un notable interés histórico-minero. Estas minas son un fabuloso vestigio de los principales años de explotación de plomo en la comarca por parte de la compañía minera "Los Guindos". En el área de la mina hay abundantes escombreras con ricas muestras de calcopirita, esfalerita cristalizada y galena masiva, y gran cantidad de restos de las explotaciones en un buen estado. Cabe destacar la casa de la mina, muy bien conservada, con su sala para máquinas enfrentada con el pozo maestro (el cual se encuentra tapiado). También queda en pie la casa del polvorín, en el exterior, alejada de las labores. La explotación recorrió varios filones paralelos de hasta medio metro de anchura de barita, muy ricos también en galena y blenda, a lo largo de, al menos, 200 metros.

Son reconocibles dos pozos de ventilación desde donde se ve el nivel de agua a 5 m y un pozo maestro tapiado. La otra entrada a la labor se realizaba por una galería horizontal actualmente hundida. De los dos pozos de ventilación, uno de ellos sirvió para acceso en el siglo XIX, antes de la construcción del pozo principal. Tenía 40 m de profundidad. Desde este pozo, puede recorrerse una de las galerías, la única que se encuentra por encima del agua. La segunda galería se halla sumergida entera en invierno y sólo la mitad en verano. En la galería superior se distingue abundante mineralización de galena y calcopirita en dos filones. Estos afloran también en el pozo donde se hallan más alterados, apareciendo minerales como la anglesita, la baritina y pequeños cristales de cerusita.

 

Mina San Eusebio

A la entrada de la Mina "Eusebio" se distinguen las casas de la mina y transformadores. En una zona más o menos llana se dispersan pequeños montones de mineral de barita y estéril granítico, junto a una serie de muros; esa zona correspondía a las tolvas, molino y planta de lavado, que ya desaparecieron. Próximo a la casa de transformadores se encuentra la boca de una de las dos galerías practicables, parcialmente anegada por el agua. Continuando en la dirección de esta galería se advierten en el exterior varias calicatas y una vagoneta-tolva en muy buen estado de conservación. A 50 m hay un gran socavón de donde parten dos galerías; una puede ser recorrida en toda su longitud (30 m) y presenta las huellas de los raíles para la vagoneta. La segunda galería está impracticable, pero en su entrada se puede estudiar el filón principal de barita-fluorita mezclado con galena- blenda perfectamente cristalizada. Las labores sobre el filón continúan en una calicata y un pozo parcialmente hundidos.

A pocos kilómetros de éste área y en la misma pista de acceso está el pozo de "La Corvera", que perteneció a la mina "Eusebio" en los primeros tiempos y llegó a los 80 m. En los años sesenta ya está completamente anegado por el agua.

 

Mina La Carrala

La Mina “La Carrala” está situada a unos dos kilómetros al Noroeste de Colmenar del Arroyo, en el paraje conocido como “Los Cebadales”. Consta de un pozo y una pequeña escombrera. Existe una pequeña construcción derruida en la que se guardaban los testigos de los sondeos, encontrándose restos de estos últimos esparcidos por toda la zona. Parece ser que se trata del mismo filón que el de la “Mina Rosita”, distante unos 500 m de esta mina. La fluorita es el mineral más abundante y destacado en las escombreras y aparece bastante bien cristalizada en pequeños cristales, que alcanzan una variedad de colores que van desde el verde, violeta, amarillo y rosa. También abunda la galena embutida en cuarzo y en la propia fluorita así como la esfalerita.

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Fuente, lavadero y abrevadero de El Caño

Constituye uno de los centros de reunión del municipio. El conjunto está formado por una fuente construida en 1927 para traer hasta el pueblo agua de un manantial ubicado en el antiguo poblado de Navazás y un lavadero o abrevadero de construcción muy anterior. Se puede observar también una antigua piedra de moler, procedente de alguno de los molinos de la zona, reutilizada actualmente como mesa.

Enfrente de este conjunto, cruzando el arroyo se encuentra el Parque de la Tierra de Segovia, lugar especialmente fresco y tranquilo que cuenta con una pequeña zona infantil así como un monolito recordando la adscripción de Colmenar del Arroyo a La Comunidad y Tierra de Segovia.

Justo a la entrada al conjunto de El Caño, al lado de el puente del mismo nombre se encuentra situada una pieza perteneciente a la conducción de agua del Acueducto de Segovia, construido a mediados del Siglo I y que ha sido donado por el Ayuntamiento segoviano.

También en los aledaños del conjunto se encuentran los restos de parte de una sepultura romana del periodo Bajo Imperial, muy deteriorada, ya que fue utilizada por las hasta hace relativamente pocos años por las mujeres del pueblo para lavar la ropa.

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Vestigios visigodos y árabes

Si bien no existen estudios concluyentes sobre las posibles necrópolis visigodas ubicadas en parajes cercanos a Colmenar del Arroyo, la existencia de restos arqueológicos dispersos datados a posiblemente a finales del siglo V, hacen pensar en la existencia en la zona de alguna explotación tardorromana, aprovechando los abundantes recursos naturales de la comarca, la cual continuó en uso hasta finales del siglo VIII, en el que diversas revueltas que asolaron al Emirato de Cordoba, dejaron despobladas amplias zonas de la Meseta. Tradicionalmente se ha denominado Tumbas del Moro un conjunto de sepulturas excavadas en roca situadas en el paraje de Navazás. Así mismo la proliferación en toda la zona de molinos de caz, una innovación tecnológica introducida en la Península por los árabes, nos hacen aventurar estas teorías a falta de excavaciones arqueológicas y estudios concluyentes.

Podemos contemplar restos de una sepultura tardorromana o tal vez visigoda, muy deteriorada en los aledaños del Puente del Caño. En un pequeño parque situado muy cerca del potro de herrar, podemos contemplar los restos de una urna cineraria de forma rectangular, posiblemente reutilizada posteriormente como sepulcro infantil. En el Cerrillo de San Gregorio, cercano a las casas rurales, en el punto más elevado de Colmenar del Arroyo es posible contemplar también diversos restos de sepulturas diseminados por todo el perímetro.

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Lazareto

Construido en el Siglo XV, este edificio, aislado del resto del pueblo servía para recoger y aislar a los viajeros y vecinos del pueblo afectados por cualquiera de las numerosas enfermedades contagiosas comunes en esta época. Su nombre deriva del italiano “Lazzaretto” ya que a los leprosos se les denominaba en la Edad Media, los enfermos de San Lázaro. Entre el Siglo XIV y el Siglo XVII fueron frecuentes las epidemias periódicas de peste, que asolaron la Península diezmando la mayoría de las poblaciones.

Las Descripciones o Relaciones elaboradas por el Cardenal Lorenzana en 1784, califican como insalubre debido a su situación pantanosa y al pésimo estado en que se encuentra el cauce del arroyo. La población se ha reducido hasta tan sólo 50 vecinos, sin duda por las malas condiciones sanitarias y las epidemias periódicas que asolaban la zona.

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Potro de herrar

Se trata de una construcción típica de los municipios de la Sierra de Madrid, cuyo origen se remonta a la Edad Media y que se ha venido utilizando hasta bien entrado el Siglo XX. El potro era utilizado por los vecinos para inmovilizar a los animales y así herrar a las caballerías o poder practicarle determinadas curas al ganado.

El potro de herrar se compone de cuatro monolitos de granito, clavados firmemente en el suelo y que construyen el soporte fundamental del resto de la estructura, otras piedras menores cuya misión era servir de apoyo a la pata doblada del animal y facilitar el trabajo del herrero, un yugo de madera donde se sujetaba la cabeza del animal y los travesaños de madera donde se ataban las cinchas de cuero que contribuían a impedir cualquier movimiento por su parte.

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La Noria de las Huertas

Se trata de una reproducción de este ingenio hidráulico, conocido desde la Edad Antigua y que se generalizó en la Península Ibérica con la llegada del Islam. Su función era extraer agua de los ríos para elevarla a cotas más altas y aprovechar su uso para almacenaje y riego de huertas. La rueda, sujetada sobre muros de sillares, se realiza de madera o hierro y lleva en su corona unas cajas de madera o barro (cangilones) que extraen del río el agua y la vierten en un canal paralelo a la rueda, desde donde se canaliza a través de acequias y registros hasta la huerta.

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